Amigas pocas, conocidas muchas.

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El pasar del tiempo nos muestra o mejor dicho, nos hace darnos cuenta que amigas lo que se dice amigas, unas cuantas, contaditas con una sola mano, pero que sin duda han pasado por nuestras vidas muchas personas intentando o porqué no, aparentando serlo. Sí, por ejemplo yo he tenido muchas “amigas” a lo largo de mi existencia en este mundo, pero puedo estar segura, que en la actualidad solo cuento con dos de verdad verdad. Las demás fueron experimentos fallidos que provocaron estragos en su momento y que hoy solo son desconocidas con recuerdos en común, a las que a duras penas les dirijo el “hola”.

En esos experimentos realizados, salí herida miles de veces, me encontré con amistades basadas en engaños, mentiras, odios y resentimientos. Amistades nocivas y negativas, que solo lograban sacar lo peor de mí, convertirme en alguien que en realidad no era. Otras en las que la competitividad salía a flote al ver quien era mejor en x o y cosa o que podía hacer yo que la otra persona no, algo estúpido, pero cierto.

Y sé ahora que tener una amiga no es para sentirse otra persona, porque alguien a quien le importes en realidad no te va a querer cambiar ni hacer daño nunca, al contrario, siempre va a querer sacar lo mejor de ti. Una amiga de verdad es alguien a la que sientas tu hermana fuera de casa, la que te anime cuando lo necesites, la que te grite de ser necesario, la que te defienda de todos y todo así se gane el odio de los demás. Por eso y mucho más aprendí que hay que dejar ir, que la vida está llena de muchas conocidas queriendo hacerse pasar por amigas para conseguir algún fin en particular y que las amigas verdaderas son pocas en realidad.

Después de todo, puedo decir con absoluta certeza, que de esa infinidad de personas a las que en algún momento consideré mis amigas y que gracias al filtro que la vida misma se ha encargado de crear para sacar las malas y dejarlas de lado en el camino, me quedé con las mejores, las reales. Las que a pesar de los años, malos entendidos, discusiones, peleas, en fin, infinidad de cosas, siguen ahí como el primer día, firmes como el roble, no como esas amistades  ficticias y falsas, firmes como la gelatina.

Hay que entender y aprender a aceptar con madurez, que existen amistades pasajeras que se esfuman con el tiempo y que se van quedando atrás junto con los momentos vividos, oxidadas por los años y consumidas por la hipocresía.

Por eso, una amiga que haya atravesado junto a ti una pista llena de obstáculos puestos por la vida, para tal vez hacer “tambalear” esa amistad y siga ahí a tu lado, estando igual o más unidas que en el inicio, créanme, esa es la amiga que vale y valdrá toda la pena del mundo mantener a tu lado y conservarla hasta el final, porque seguramente va a ser la amiga que quieras  que llame sobrinos a tus hijos.

Afortunada yo, que de esas tengo dos, las mejores, las que quiero que me acompañen en las buenas, en las malas y en las peores, y seguramente tú que estás leyendo esto también tendrás una o varias igual, pero claro, no mejores que las mías.

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Ya  solo resta darle gracias a la vida por haber hecho el trabajo sucio por mí, si, por haber sacado todas las malas y falsas amistades que en algún momento me rodearon con su energía negativa y sus oscuras intenciones, porque gracias a eso, ahora disfruto de las mejores, que sé, serán para siempre.